Está muy claro que el valor de la inclusión en la organización va mucho más allá del lenguaje que usa y que es vital que esta visibilización comience con acciones puntuales desde quienes dirigen las organizaciones; sin embargo, desde la creación de textos podemos empezar con pequeños pasos para adaptarnos a la diversidad que vivimos.
Sin entrar a debate por el elle, x, @, y generar ruido en la mente de los Boomers, quienes en su mayoría siguen tomando las decisiones finales en los corporativos latinoamericanos más tradicionales, al crear textos para audiencias internas y externas, podríamos comenzar a cuestionarnos sobre a quién específicamente están dirigidos nuestros mensajes, ¿estoy pensando en la mayoría?, ¿a quién estoy dejando afuera?, ¿hay manera de presentarlo más neutro?
Quienes escribimos para organizaciones, tenemos claro que nuestro mensaje va orientado a un tipo de audiencia específica, que perfilamos de acuerdo a lo que conocemos de la empresa y de sus receptores clave, como clientes, colaboradores y accionistas, considerando su educación, edad, intereses y necesidades, entre otros factores.
Lo que empiezo a caer en cuenta es que, al momento de tener tan identificado a mi receptor, que sigue siendo el grupo mayoritario, me pregunto si estoy dejando a alguien de lado. ¿Podría mi buyer persona que creo tener tan identificada presentar diferentes facetas que no estoy viendo?
Pienso más que nada en el masculino genérico, y por ello, desde que empecé a adentrarme más en la inclusión por proyectos paralelos, comencé a hacer un ejercicio de usar de manera consciente un vocabulario más neutro, dándome cuenta de cuan arraigada tengo esta convención lingüística, y cómo es que difícilmente me brinca cuando leo algún mensaje corporativo tradicional.
¿Podría mi buyer persona que creo tener tan identificada presentar diferentes facetas que no estoy viendo?
Como propuestas que podrían evitar levemente la exclusión a la hora de redactar un texto, te comparto acciones que he aplicado y un par que la Fundéu plantea:
El reto es que uses tu ojo con lupa y tu creatividad para darle la vuelta a expresiones y frases que se dan por sentado y puedas dar nuevos movimientos para crear un vínculo más cercano y no tan excluyente con quienes te leen.
Desde hace unos cuantos años, el mundo de los redactores corporativos ha empezado a dar los primeros pasos, y aunque faltan muchísimos más para estar a la par y satisfacer las necesidades de la realidad en la que vivimos, creo que el hecho de que los empecemos a notar y nos movamos hacia otra dirección es el indicio de que vamos por buen camino.
Aquí puedes ver más de Lenguaje inclusivo: una breve guía sobre todo lo que está pasando, de Fundéu.
Ve la segunda parte de este artículo: Cómo redactar textos inclusivos (parte 2).
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